Pensar en una ley como buena en sí misma al margen de la estructura social y la base económica en la que va a aplicarse no demuestra otra cosa que un idealismo de la peor estofa. Con muy buenas intenciones se ha llenado el mundo de cadáveres y miseria. Los sindicalistas “progres” y sus ideólogos (Mariano Fernández Enguita, por ejemplo) se niegan a ver la sangrante realidad de un engendro conceptual, jurídico y pedagógico como fue la LOGSE y como es su derivación legal actual.
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